Capítulo 2

El instituto estaba cerca de casa, pero aún así, caminé durante casi 20 minutos. No me gustaba coger el camino directo: había demasiada gente mirándome de forma demasiado incómoda. Prefería callejear y evitar tantas personas como pudiera.

El instituto para mí era una pesadilla: debido a mi problema, muchos me marginaban, pero había un pequeño grupo que se burlaba de mí todo el rato. Además, si no huía pronto y se juntaban varios, me pegaban. En realidad, podía defenderme, con mi fuerza, mis reflejos y las clases de artes marciales que recibí durante varios años, no tendría ningún problema, pero no lo hacía. Temía perder el escaso control mental que tenía, ya que cuándo me golpeaban, la vocecilla de mi cabeza sonaba enfurecida y exigía sangre. Si me defendía, quizás me pasase de fuerza y alguien terminase gravemente herido. Así que era mejor recibir los golpes sabiendo que en un rato estaría curada, a mandar al hospital a alguien sin querer.

Lo único que hacía ligeramente agradable el instituto era Laida, otra chica marginada por ser una "empollona" y ser adicta a la lectura. Aunque debo decir que aguantar juntas el bullying y apoyarnos mutuamente nos había unido bastante. Últimamente incluso hablábamos de vez en cuando de chicos, aunque sospechaba que a ella también le gustaban las chicas. Nunca me lo había dicho y la verdad, no era que me importase. Es decir, aunque le gustasen las chicas, ¿cambiaría en algo su forma de ser? No, y la apreciaba por quién era ella. Así que no intentaba averiguarlo. Si estaba en lo cierto, algún día ella me lo contaría.

Llegué al instituto y me dirigí a mi taquilla lo más rápido posible e intentando no ser detectada. La miré y vi de nuevo las pintadas que hacían cada semana. Suspiré. Palabras como "Loca" y "chiflada" estaban por los bordes, y pequeñas frases del tipo "vete al manicomio", "ponte una camisa de fuerza" o "te mataremos" estaban por el centro. También habían dibujado emojis de caca y una persona ahorcada con mi nombre al lado, entre otras cosas. El centro limpiaba con frecuencia mi taquilla, pero siempre volvían a aparecer. Según el director, buscaban a los culpables para castigarlos, pero aún no habían dado con ellos. Sabía que no los buscaban activamente o con mucho interés, ya que en los tres años que llevaban apareciendo (a veces incluso diariamente), aún no los habían encontrado. Supongo que era porque no querían demostrar que protegían a una loca.

Rápidamente cogí mis libros y me dirigí a la clase. Si llegaba antes que los matones, entonces sólo recibiría, como mucho, algún que otro insulto. Tuve suerte y fui la primera en entrar y detrás mío, entró la profesora. Me senté en la primera fila al lado de la ventana.

— Hola Mar, veo que hoy llegas pronto a clase. ¿Ha sucedido algo?

— Hola Ana… bueno, lo de siempre… Me he levantado con el pié izquierdo, mi taquilla vuelve a estar llena de pintadas… Nada nuevo. — suspiré llevándome dos dedos de la mano izquierda a la frente y el pulgar a la mejilla mientras apoyaba el codo en la mesa.

— ¿Entonces por qué no te has quedado hoy en casa? Ya sabes que no pasa nada, todos sabemos lo que sucede… — me dijo con voz tierna y suave.

— Cuando me quedo en casa, al día siguiente es mucho peor en el instituto… — murmuré en un tono apenas audible.

La profesora fue a decirme algo pero escuchamos voces acercándose por el pasillo. Suspiró, me miró con lástima durante unos segundos y se puso detrás de la mesa del profesor. Cuando volví a mirarla, noté que se había puesto su máscara de "vamos a dejar ver que yo le doy asco", justo cuando entraban mis compañeros de clase.

— Ya era hora de que todos llegaseis — dijo con voz áspera y seca — hoy tengo que contaros algo importante.

La clase se quedó en completo silencio, mientras Ana nos observaba fríamente con sus ojos negros.

— Como sabéis, este año, "élla" — dijo con claro desprecio, en referencia a mi persona — ha ganado un viaje para todo el curso por haber superado el concurso de supervivencia en la naturaleza, tanto el teórico como el práctico, que se hizo para todos los estudiantes del país. Hemos analizado bien las bases, y hemos fijado el lugar y la fecha. Iremos el próximo Lunes a las Montañas del Sur, y haremos ejercicios de supervivencia. Pasaremos las noches en un pueblo cercano llamado Mariesh… todos excepto ella — la profesora me miró con desprecio mientras una sonrisa cruel y perversa se pintaba en su rostro y mis compañeros se rieron — Resulta que en las bases del concurso, el ganador debe pasar las noches en el bosque, en una cabaña, para mejorar su supervivencia. Serán los propios locales quienes se aseguren de la seguridad para que la experiencia no termine en tragedia. Así que aseguraos de conseguir el permiso de vuestros padres. Después de la clase podéis recoger la hoja para ir a la excursión en secretaría.

Después de aquello, la clase y el día pasaron con normalidad. Todo el mundo comentaba con entusiasmo la salida, y a última hora, me pasé por secretaría.

— Hola, quería recoger el permiso para ir a la excursión.

— Ahí tienes las hojas para ello. — me respondió la mujer sin mirarme y señalando con desgana una pila de documentos encima del mostrador — coge una y tráela firmada en 48 horas.

— De acuerdo, muchísimas gracias. — Dije con una sonrisa nerviosa y después de guardar la hoja en la mochila, salí rápidamente de allí.

Apenas había avanzado cuando cuatro personas se chocaron conmigo.

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