AARON MARTÍNEZ.
Llego a casa. Mi hermana espera sobre mi cama viendo fotos de cuando éramos pequeños y de vez en cuando nos quedábamos meses en casa del abuelo. Cuando me ve entrar, de forma inmediata sonríe al verme sonreír a mí.
— ¿Y? —Pregunta cruzándose de brazos.
Deshago el nudo de la corbata, la dejo sobre la cama y me echo de espaldas en ella sin poder dejar de sonreír. Graciela me golpea el pecho una y otra vez con el dedo buscándome el punto débil para decirle todo lo que ha pasado. De pequeño me hacía cosquillas para conocer la verdad de cada trastada que hacía.
— ¡Dime!
Cojo aire, abro los ojos tras tenerlos unos segundos cerrados y la miro.
— Me ha besado. —Le cuento y da un salto en la cama mostrando la felicidad que siente por mí y un enorme "te lo dije" se dibuja en sus ojos. — Todavía tengo esperanza.
— Te dije que no podías rendirte.
— ¿Y si solo lo ha hecho para hacerme sentir mejor? —Pregunto bajándome el ánimo. Me siento y suelto un suspiro. — Sabes lo que pa