84. ¡No puede estar muerto!
Abrió los ojos lentamente, un tanto desorientada. Tardeó en comprender que estaba en la recámara y en agrupar las imágenes.
— ¿Lilo? — la voz de Thiago hizo que moviera los párpados. Él estaba sentado a un lado de la cama.
Lucía ojeroso, como si diez años le hubiesen pasado por encima, también tenía una barba de varios días y los ojos cansados.
— ¿Dónde… donde está Nick? — logró preguntar, intentando incorporarse.
Su hermano la miró, atravesado por la compasión.
— Lilo…
Ella abrió los ojos, negando.
— No… — jadeó.
Él intentó tocarla, pero ella se alejó, recargándose contra el respaldo de la cama. Lívida.
— ¿Dónde está Nick? — volvió a preguntar, esperanzada, incrédula — ¡Dijo que vendría! ¡Que contaría las horas para…! — su voz se quebró.
— Escúchame…
— ¡No! ¡No quiero escuchar nada! ¡Quiero a Nick! ¡Quiero al padre de mi hijo! ¿Dónde está? — saltó fuera de la cama. Todo bailó de nuevo a su alrededor y perdió las fuerzas.
Thiago la capturo de la cintura. La pegó a él, abraz