56. ¿Se va de la hacienda?
Dolor profundo sacudió el pecho de Calioppe.
Nick salió rápido de la cama, buscando acercarse a su esposa.
— ¡No te atrevas, Nicholas Dos Santos! — lo señaló, herida.
— Calioppe, esto no es… — apretó los puños, desconcertado. No entendía que diablos estaba pasando. Miró a Romina — ¿Qué carajos haces en mi recámara?
Romina lo miró con ojos de fingida inocencia.
— ¿De qué hablas? Tú me lo pediste, Nick… dijiste que me necesitabas.
— ¡No mientas! ¿Cómo… cómo diablos has podido?
— ¡Nick, pero, si tú sabías que tarde o temprano tu esposa se enteraría de que nosotros...!
— ¡Cállate! — rugió, histérico. Volvió la vista a Calioppe, pero ella tan solo negó con la cabeza, alzó el mentón, orgullosa, y salió de allí. No, no. ¡Mierd4! — ¡Calioppe!
Francisca miró a Romina con los ojos entornados.
— ¡Eres una descarada!
— Tú cállate y ve a consolar a tu patroncita — le dijo a modo de burla.
Calioppe no se detuvo, e iba a cerrar la puerta de la recámara cuando su marido se lo impidió.
— ¡