Capítulo 64. Atrapada
La casa Murano luce silenciosa cuando Isabella y Megan llegan allí. Para su suerte —y alivio—, ni su tío ni Alessia están en casa. La tensión se desvanece por un instante. Respirar sin la presencia de esos dos es una bendición momentánea.
Aun así, el ambiente no es cálido. Al ingresar, la tía Morelia las recibe con una expresión agria, como si su sola visita fuera una molestia.
—Aquí está el dinero, tía —dice Isabella, entregando el sobre con los billetes que sacó del banco.
La mujer lo agarra y lo abre con avidez. Cuenta rápido, como si esperara una fortuna que no llega. Su ceño se frunce.
—¿Esto es todo? —pregunta con desprecio—. Esto no alcanza ni para una semana.
—Es lo que pude conseguir —responde Isabella con la voz tranquila, aunque firme—. No tengo más. Si necesitan tanto dinero, tal vez Alessia debería buscar un trabajo. También el tío Julio. Así podrían vivir más cómodamente, sin depender de otros.
El sonido seco de una cachetada corta el aire. La mejilla de Isabella arde.
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