Isabella llega a la oficina y comienza a realizar sus tareas como siempre. Ya pasaron algunas horas de la mañana y ni Benedict ni Blas, que es su sombra, aparecen por allí.
Cuando pregunta a Lucinda si sabe algo, ella le responde que el jefe tiene previstas varias reuniones en otra ciudad y que hoy no vendrá a la oficina.
Isabella se siente bastante aliviada al escuchar aquello. No quiere lidiar con él luego de la mini discusión que tuvieron en la casa.
El trabajo fluye tan tranquilo, que ella consigue poner en orden todas las documentaciones, también responde los correos por orden de importancia, limpia la oficina de su esposo a fondo y hasta ayuda a Lucinda con sus tareas.
A la hora de la salida, un mensaje entrante