—En tu mensaje decías que querías hablar conmigo sobre una restauración, así que te escucho —dice Bella con una serenidad impecable, sentándose con elegancia frente a él en la sala de juntas—. ¿Qué deseas restaurar? ¿Ya tienes una idea básica de lo que quieres hacer?

La pregunta, formulada con tono profesional, hace fruncir el ceño a Benedict. La observa con fijeza, intentando descifrar la barrera invisible que ella ha levantado entre ambos. Es tan distinta, tan segura... casi inaccesible.

—Tenemos algunos catálogos si quieres mirar, así podrás hacerte una idea general de nuestra forma de trabajo —agrega ella.

Se estira con naturalidad hacia el centro de la mesa de cristal para alcanzar una de las carpetas que están cuidadosamente dispuestas. La abre y la gira hacia él para que pueda examinarla.

Benedict guarda silencio. El gesto aparentemente simple de Bella lo descoloca. Se siente fuera de lugar, incómodo, incluso molesto. Esta mujer, la misma que no le deja dormir en paz desde hace