Capítulo 100. ¿Hijos?

Isabella está sentada al borde de la cama, con la vista clavada en un punto fijo de la alfombra. Acaricia su vientre casi sin notarlo, como si buscara consuelo en ese gesto automático. No ha probado bocado desde ayer, y aunque su estómago protesta con suaves punzadas, no tiene apetito. Su cabeza sigue dándole vueltas a todo lo que pasó la noche anterior. El divorcio. Alessia y Benedict juntos en esas fotos. Las mentiras. Las manipulaciones.

Un suave golpe en la puerta la saca de su ensimismamiento. No responde, pero la puerta se abre de todos modos. Es una de las empleadas de la casa, cargando una charola con el desayuno.

—Señora, qué bueno que ya está despierta —dice con voz amable mientras se acerca a la mesa pequeña junto a la ventana—. Le traje su desayuno.

Los aromas cálidos de pan recién tostado, frutas frescas y café llenan la habitación. Todo huele delicioso, pero Isabella ni siquiera voltea a mirar.

—El señor me pidió que le trajera esto —continúa la mujer—. No ha comido bien
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