Todos nos preparamos para cenar. Las chicas llevan vestidos con botas hasta la rodilla. Lily lleva un jersey a juego con el vestido y se ha recogido el pelo en una coleta alta. Me muero de ganas de regresar y de soltarle el pelo, enredando mis manos en él y besándola hasta que ninguno de los dos puede respirar.
La cena es increíble. Todos pedimos langosta, patatas asadas y ensalada. Cuando terminamos, empezamos a dirigirnos a la casa en la que nos alojamos, pero decidimos ir al puerto a verlo de noche. Por la noche es completamente diferente. Rodeo a Lily con mis brazos, meciéndonos ligeramente al compás del sonido de las olas que golpean los barcos en el amarradero. La madera de los barcos cruje suavemente y se oye el sonido de los peces que saltan periódicamente. Me doy cuenta de que quiero experimentar tantas cosas con Lily. Quiero llevarla a todas partes, a las montañas, al océano, a todos los continentes, a todos los lugares en los que nunca hemos estado para poder verlos juntos,