HENRICO ZATTANI
— ¡Debo haberme vuelto loco por creerte! —gruño, tratando de no saltar encima del hombre y tomar el volante.
—Me estás robando la concentración, muchacho. Mantén la boca cerrada. —Augusto gruñe a mi lado, conduciendo como una puta tortuga.
Llego al límite de mi paciencia y golpeo mi puño contra la radio del auto, silenciando la melodiosa música que comenzó a sonar tan pronto como entré al vehículo.
— Mira, no te lo voy a negar y decir que no imaginé formas de matarte, pero nunca pensé que sería capaz de matarme en el camino, pero si no aceleras esa m*****a coche voy a tener que hacer algo. resopla, dándome una mirada de soslayo y aumentando la velocidad, impidiéndonos pasar un semáforo en rojo.
—¿De que manera? —Pregunta y el ojo confundido. — ¿De qué manera me matarías?—Pregunta para mi sorpresa.
¿Qué clase de pregunta es esta?
Me encojo de hombros.
—Algo lento y doloroso. —murmuro, sin mirarlo directamente.
—Sea más específico. —pregunta, llamando mi atención.
— No im