AURORA
No podía quedarme en la habitación mientras revivían a mi hijo.
Estoy acostado en una cama como la de Artur, pero en una habitación separada y con dos enfermeras que tienen que sujetarme las piernas y los brazos para que una tercera me medique. Me duele la garganta, pero eso no me impide gritar el nombre de mi hijo, a pesar de que mi cuerpo se está poniendo pesado y ya no puedo mantener los ojos abiertos.