Había una expresión grave en el rostro fofo de la niña y parecía como si le acabaran de decir que la habían abandonado.
Sylvia sintió que le dolía el corazón al ver a Isabel en este estado de tristeza. Se levantó apresuradamente y al acercarse a Isabel, rápidamente la tomó en sus brazos y se disculpó:
—Isabel, lo siento mucho, es mi culpa. No debí haber olvidado mi promesa.
Isabel hizo un puchero y resopló solo un:
—Hmmm.
Sus lágrimas brotaron dentro de sus ojos y todavía estaba visiblemente molesta.
Sylvia acarició sus mejillas y ofreció:
—Jugaré contigo ahora mismo, ¿está bien?
La expresión de Isabel no cambió y no parecía muy receptiva a la idea.
Quería jugar con su madre, pero, al mismo tiempo, se resistía a perdonarla tan fácilmente.
Sylvia de repente tuvo una idea, así que bajó la cabeza y besó suavemente a Isabel en la mejilla.
Esto pareció funcionar, e Isabel murmuró:
—Hmph, supongo que esta vez te perdonaré.
Sylvia sonrió.
—Gracias.
Condujo a I