Sylvia frunció los labios y preguntó:
—Tía Tonya, ¿cómo estuvieron Isabel y Liam anoche?
Tía Tonya suspiró y dijo:
—Te esperaron desde que regresaron de la escuela por la noche. Se negaron a comer hasta que llegó Odell y dijo que estabas ocupada afuera. Sin embargo, cuando se despertaron esta mañana y tú todavía no estaba en casa, dijeron que no volverán a la escuela hasta que te vean.
—Diles que estoy bien. Voy a volver ahora —los ojos de Sylvia parpadearon.
—Está bien, les diré ahora mismo.
Sylvia colgó el teléfono y se dio la vuelta para salir de la cama.
No obstante, su cuerpo era más débil de lo que pensaba y sus piernas se sentían como gelatina.
Solo podía caminar lentamente hacia la puerta.
Cuando llegó a la puerta, sus rodillas se doblaron repentinamente y su cuerpo cayó al suelo.
En ese momento, una figura larga y esbelta llegó frente a ella y se agarró a ella.
Sylvia se apoyó en sus brazos y olió el ligero aroma de su colonia. Era refrescante y nada pica