Caprice sostenía un animal de peluche mientras dormía ligeramente en el sofá, luchando contra la somnolencia que la debilitaba a cada momento que pasaba.
Sherry se acercó y gritó:
—Caprice...
El sonido de la voz de su madre despertó a Caprice y sus ojos se abrieron de golpe. Ella respondió en tono aturdido:
—Mami...
Sherry tomó a la niña en sus brazos y la colmó de besos en sus regordetas mejillas.
—Caprice, mami te extrañó.
Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de la pequeña mientras disfrutaba de la afectuosa atención.
—¿Extrañas a mami? —Preguntó Sherry.
—Sí. —Los ojos de Caprice, cargados por las secuelas de su breve excitación, sugerían un inminente ataque de somnolencia. Ella murmuró: —Pero yo también quiero dormir.
Sherry se rio entre dientes.
—Está bien. Mami te llevará a la cama.
Sherry llevó a Caprice al mini salón y la ayudó a quitarse la chaqueta y los zapatos antes de acomodarla en la cama.
Aferrándose a su ropa, Caprice expresó:
—Mami