La ex del alfa millonario
La ex del alfa millonario
Por: Lala-Sula
Capítulo 1: La boda

Faltaba poco tiempo para mi boda. Una que he estado esperando por años, aunque no conozco a mi prometido. Bueno, no personalmente, ya que, al pasar de los años, hemos intercambiado fotos sobre como lucimos.

Por ello, cada minuto que pasa, hace que crezca mi ansiedad por finalmente ver al hombre que por fotos me ha enamorado y por ello, ahora voy a cumplir mi sueño; ser su esposa. Por años seguí sus triunfos y fracasos, trabajé duro para estar a su altura y por fin, seré su esposa.

 — Te ves hermosa, querida. 

 — Gracias, señor Mayer. Me alegra tener alguien a mi lado. — Digo emocionada por tener una cálida y conocida sonrisa en este día tan especial.

 — Aunque no están los padres de ambos, debes sonreír, este es un día increíble donde por fin van a poder conocerse y ser felices como señor y señora de la manada

 — Espero que lo vea así. Porque al ver que llegó ayer y no ha venido a verme, me preocupa, ¿será que no le agrado como él me agrada?

La voz que me dice que no soy lo suficiente para un gran lobo como mi futuro esposo, hace que me sienta mal, pero, el hombre que me ha ayudado a sentirme acompañada en este día especial, coloca su mano en mi mentón y me hace levantar mi rostro para verlo.

 — He escuchado que ver al prometido antes de la boda es de mala suerte. Lo más probable es que por eso no ha venido aquí. Después de todo, me imagino que quiere tener buena suerte en su matrimonio

La respuesta del mayordomo levanta mi ánimo y yo sonrío igual de emocionada que antes porque me voy a casar con mi príncipe azul, con quien la luna escogió para mí. Mi hombre perfecto.

Pero, una nueva duda surge y esta perturba mi paz y destruye mi alegría.

 — ¿Y si desea casarse conmigo?

 — Debe desearlo, desde que apresuró el funeral del difunto alfa, para venir aquí.

 — Hubiese deseado que el señor Baumann estuviera aquí. — Murmuro afligida — Me hubiese gustado que él me viera siendo su nuera.

 — Él está presente en tu corazón, ahora, no pienses en cosas negativas o vas a arruinar tu hermoso maquillaje y arreglar eso, retrasara tu increíble boda con el señor.

 — Gracias, señor Mayer, por darme el ánimo que necesito — susurro intentando despejar mi mente de malos pensamientos y enfocarme en cosas positivas, como, por ejemplo: casarme con mi musculoso, adinerado, amable y tierno esposo.

La emoción me invade y me esfuerzo por no saltar de la alegría. Realmente me siento en un cuento de hadas donde yo soy la princesa y él, mi Helmut, es mi príncipe con garras.

 — Lo hago con amor, mi pequeña. Ahora…

Alguien toca la puerta y entra sin esperar una respuesta. Su aspecto rudo y ropa de guerra, con marcas en todo su cuerpo, aparece saludando con respeto a ambos. Para después entregarme una carpeta que desconozco su contenido.

 — ¿Qué es esto? — pregunto confundida al no saber qué es lo que quiere que haga con una carpeta minutos antes de la boda.

El hombre no responde. Es como si fuera mudo, por lo que, el mayordomo recibe la carpeta y revisa de que no tenga veneno o algo que pueda lastimarme. Después de todo, seré la esposa de un impresionante alfa.

 — Es el acta de matrimonio, solo debe firmarla — dice el hombre con acento de un pueblo lejano de la capital y yo descarto mi pensamiento de que sea mudo. Solo es maleducado.

Confundida, camino hacia el mayordomo y confirmo que la elegante firma de Helmut esta allí. Respiro profundo porque creo que es una broma de mal gusto y recordando que debo ser educada, hablo:

 — ¿Qué significa esto?, ¿Desean hacer una broma previo a la boda? ¿Es una especie de tradición o algo así?

 — No es una broma, el señor Baumann le envió esto y me dijo que no me fuera hasta que lo firmara — 

 — Vaya, esto sí que es ir demasiado lejos con una broma — murmuro indignada. 

 — No es una broma

La seriedad del hombre, me hacía creer que no era una broma y eso me preocupaba, porque, ¿Dónde estaba mi boda soñada? ¿Dónde estaba mi esposo radiante? Esto no es nada a lo que me prometieron. 

 — Pero, ¿Por qué me está dando esto si nuestro matrimonio aún no se ha efectuado? Ni siquiera hemos ido a la iglesia — digo intentando no verme caprichosa, si no, racional. Porque su pedido carecía de eso.

 — Le dio una razón con esto y fue: sé agradecida en que acepte la orden de mi padre y no molestes con tonterías de una boda cuando ni siquiera te deseo como esposa — 

Las palabras quisieron entrar a mi mente, pero, renuente a que rompiera lo que pensaba de mi prometido, regañé a su enviado.

 — ¡Que insolente eres! Mi prometido jamás me diría algo así. él es educado, amable y no… — estaba por continuar con todas sus virtudes, pero, el chico sonrío como si se burlara de mí — ¿Te estas riendo ahora?

 — Lo siento, pero, su imaginación es muy buena, ¿así es como imagina al monstruo?

 — ¿Monstruo? — pregunto cada vez más confundida.

 — ¿Qué pasa? ¿No sabe el alias de su esposo? — pregunta el hombre sonriendo y yo respiro profundo para no perder la cordura.

 — No voy a discutir con usted. Quiero verlo. Quizás si nos vemos, pueda explicarme esto.

 — Las cosas no funcionan así. 

 — No, esto no funciona así — digo mostrando el acta de matrimonio — La boda está por comenzar y debemos irnos a la iglesia  

 — No va a haber boda, entienda eso, señora

 — Mire, entiendo lo de la muerte del tío, pero, ¿Cómo pueden verme como su esposa si ni siquiera tengo una ceremonia que confirme ello?

 — Es justamente lo que el señor quiere. Así que, firme

 — ¿Qué pasa si no lo hago? — pregunto molesta y el hombre saca un arma. De esas que es capaz de matar hasta a un vampiro.

Molesta, firmo el documento y se lo entrego, sintiendo enojo por la sonrisa que le he causado a ese hombre grosero.

 — El señor desea que no lo relacionen con usted. — Dice para después salir de la habitación.

 — No, él no puede tratarme así.

 — También me pidió que le dijera que no intentara acercarse al castillo principal. Porque entonces, seria tratada como una desconocida y a los desconocidos se matan.

 — Pero, ¡soy su esposa! — grito con frustración.

 — Por eso le va a permitir usar todo el castillo en el que se encuentra y cambiarlo a su antojo en la decoración, pero que solo este castillo y el jardín, es lo que usted tiene permitido usar como su esposa.

 — Debes estar bromeando.

 — Esa fue la orden del señor, le recomiendo que se quede este palacio y solo se dirija a lugares prohibidos, cuando el señor se lo permita.

 — ¡No pueden condenarme a vivir encerrada! — grito al borde de la locura. Porque a eso era lo que me estaba arrastrando mi esposo con estas prohibiciones; a la locura.

 — Este será su hogar, incluso, envió que le cambiaran el nombre de palacio cielo, por el palacio frio en su honor.

Dios, esto sí que es pasarse. Había sido vilmente estafada en todo el sentido de la palabra y eso me había llevado a tener un esposo tan miserable que no se atreve a decirme todo esto frente a frente. Dios, ¿Dónde está el hombre amable y educado de las fotos? 

Pero, no voy a permitir que me haga esto, no voy a quedarme callada.

 — ¡¿En qué parte del mundo eso es un honor?! — grito a punto de convertirme en loba y arrancarle la cabeza a mi ahora esposo.

 — Debería estar agradecida, porque él quería desterrarla. Ahora, si no, es más, me retiro — 

— Esto debe ser una m*****a broma — digo caminando de un lado al otro con el espléndido vestido que el mayor de los Baumann, había mandado a crear para este día.

Negándome a aceptar esa verdad, corrí hacia la salida, deseando tener una explicación de todo esto. Pero estaba cerrada. Por lo que, subo hasta la azotea, levantando mi vestido y preparándome para luchar por lo que me prometieron y no me han dado.

 — ¿A dónde va, señorita?

 — ¿A dónde crees que iré? Claramente voy a hablar con ese desgraciado. Yo no puedo quedarme aquí a esperar que él me pisotee como si nada.

El enojo me invade y hace que subir las escaleras no me canse, aunque sea la torre más alta del castillo, con mi maquillaje corrido por las lágrimas que salieron solas y el velo de mi vestido de novia a punto de caer, diviso al hombre que bebe alcohol abrazando a varias mujeres.

Mi enojo aumenta y mi cuerpo tiembla a punto de transformarse, pero el mayordomo se me coloca al frente.

 — Señorita, debe calmarse…

 — Me ha humillado, claramente no puedo estar calmada.

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