Lugh quería fulminar a Vanessa con la mirada, cargó a su hija entre sus brazos, quien estaba histérica por su llanto.
Marbella no pudo más, tomó a la mujer del brazo, y la llevó a empujones lejos de ahí.
Lugh llevó a la niña al carro, con sus hermanos.
—Papito, ¿Es cierto? ¿No eres mi papito de verdad?
Lugh sintió que esas palabras le dieron un escalofrío, acarició el rostro de la niña, no quería mentir, pero no pudo decir la verdad.
—Soy tu padre, siempre lo seré, nada de lo que diga Vanessa es cierto, tú eres mi amada hija, ¿entiendes?
Celestia se abrazó a él, aún lloraba, y él podía sentir como su cuerpecito se estremecía por el llanto, odió a Vanessa.
«Eres tan mala, como una plaga, ojalá que te mueras, sé que no debería odiar de esta manera, pero de verdad te aborrezco con mi alma», pensó
Marbella empujó a la mujer fuera del estacionamiento y un guardia la apoyó.
—Ni todo tu dinero te bastará ahora, Marbella, porque ya no quiero nada, quiero más, esa niña vale oro, ¿no?