Marina.
La sugerencia del médico había quedado de lado. No tenía calma, mucho menos estaba libre de estrés.
Ver por primera vez desde que regresé de Brasil a mi padre fue un golpe fuerte, pero lo fue más que acusara a George de querer meterlo a la cárcel. Las cosas de su nariz estaban más abierta de lo que se consideraba normal en una persona, su pecho se movió con rapidez y viveza, sus puños los tenía cerrados.
Solo que no era rabia, o podia serlo pero en él podía olerse el miedo también. No era difícil entenderlo cuando estaba, según él, a un paso de pisar la cárcel.
__ ¿Eso es verdad? - la interrogante abandonó mi boca. - George tú... ¿porqué te acusa de eso?
Este resopló casi con molestia. Aunque supe que era hastío de verlo. Como si solo tenerlo frente a él era un fastidio para mi esposo.
__ En lugar de venir a decir cuánta estupidez pasa por la cabeza. Deberías ver que venderás para pagar a tu abogado. - declaró el hombre que se levantó de la mesa. - Pero nunca ha reinado la