92 Llamada de Amelia.
Era de noche en Bruselas, Ernesto y Silvia se mudaron de repente a una casa para tener más privacidad y seguridad.
Ernesto estaba preparando todo para darle el golpe a Marino.
Se encontraba en la habitación hablando por el celular y tenía encendido un habano. De pronto uno de sus hombres llegó, él dejó el teléfono.
—Señor, él dijo que le dirá todo a usted directamente.
Ernesto agarró el habano y fumó, luego se puso de pie y se dirigió a otra habitación en el primer piso, allí tenían a Henrry amordazado en una silla.
Ernesto dejó el habano sobre una vieja mesa de metal que había allí.
—Entonces decidió cantar. —Henrry lo miró con recelo y se rió.
—Para qué quiere saber en dónde tengo esa caleta, igual no podrá moverla sin que las calaveras se den cuenta; el destino de esa droga es pudrirse en donde la dejé.
—Tengo un plan que Marino no espera. —Henrry se carcajeó.
—No me diga, le robará la droga a su compadre.
—Si, igual que tú alguna vez le robaste a su mujer… asumiste un gran riesgo