Perdón

Margarita quiso levantarse para saludar cortés, pero la madre no se lo permitió.

—No es necesario que te levantes —le dijo severa. Margarita se quedó tiesa en su lugar—. Lidia estará a cargo algunos días, al menos hasta que Lucca se recupere.

—¿Qué? —preguntó Margarita, asustada y se levantó de su puesto enseñando lo preocupada que estaba—. ¿Está bien? ¿Qué ocurrió? —insistió con angustia.

Lidia la miró con una sonrisa en el rostro y negó con la cabeza. No podía creer el descaro que tenía.

La madre de Lucca le miró con las cejas en alto, sorprendida por su atrevimiento. Y, aunque no debía referirse así a sus trabajadores, estaba al corriente que Lucca no se iba a detener.

—Ni siquiera debería preguntar, Señorita Ossandón —le dijo con rabia—. Su irresponsabilidad ha puesto en peligro la salud de mi hijo —reveló y la joven ante ella se puso pálida.

No la dejó responder ni realizar más preguntas. Se fue marchando apurada y Margarita se quedó a solas con Lidia, quien se tomó unos segundos
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