Tenía los ojos llorosos y caídos; su sonrisa apenas le transmitía alegría y estaba pálida.
—Solo es rabia —murmuró él.
—¿Rabia? —preguntó ella, embrollada.
—Tengo rabia conmigo mismo, por haber sido ciego y tonto —respondió y se rio nervioso.
Ella se rio también y sus músculos se relajaron sobre su cuerpo masculino.
—Te entiendo —respondió ella y agregó—: me pasó igual. Pasé por todas las etapas, hasta que, al final, entendí que todo ese dolor de la separación era lo mejor para mí —reveló sincera y Lucca se sintió aliviado de que ella pudiera comprenderlo con tanta faci