Capítulo 53

Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechoso como el amor, pues éste penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más al corazón que el amor. Por eso, cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde, por el amor, en la más honda de las ruinas (El Nombre de la Rosa, Umberto Eco)

Alexei se zarandeó, saliendo de su agarre como si solo el hecho del roce del toque de Adara, quemara.

Sí, eso hirió su orgullo también de una manera que no tenía previsto.

—No…no puede ser—comenzó a murmurar de forma apresurada y a caminar de un lado a otro como un animal enjaulado—. Eso no debería haber sucedido así.

El mafioso clavó sus ojos animales, fríos y heridos en los de la paraguaya. Un pinchazo recorrió su cuerpo, haciendo que pierda momentáneamente la respiración.

Semejante a cuando un balón impacta en el estómago de alguien y ese alguien pierde el oxígeno horriblemente.

Un dolor que jamás pensó recibir y mucho meno
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