(...)
—Ya nos tenemos que ir —susurro—. Oh, Elliott, nos tenemos que ir—me separo bruscamente y comienzo a buscar mi poca ropa y medio arreglarme porque parezco una loca con mi cabello alborotado.
—No te preocupes —dice con tranquilidad, sin quitar la mirada de todos los movimientos que hago.
—¡Que no me preocupe!, estás perdidamente loco —grito histéricamente.