Michael y Carl volvieron a encontrarse quince minutos después de la desagradable llamada de teléfono que Michael había realizado, y aunque él creía que el amargo recuerdo persistiría toda la noche, pronto desapareció en cuanto vio las luces de la ciudad y la vida que se desbordaba en cada esquina.
- Carl, puede que no debiera decirte ésto, pero te confieso que no había visto nada más que mi hotel, y tus oficinas en esta ciudad.
- Tienes que estar bromeando, ¿y pensabas irte sin ver la ciudad de la luz? ¿Qué sucede? ¿Alguna amorosa esposa te espera en casa?
- No, no es eso.- respondió Michael sin sentirse culpable, pues a fin de cuentas Rose no era amorosa, ni se comportaba como una esposa.- es que al estar solo, y trabajando tantas horas no me había interesado por los monumentos.
- Pero amigo mio, eso tenemos que solucionarlo…
Carl se inclinó hacia delante en el asiento del coche en el que viajaban, y le pidió al conductor que diera una amplia vuelta alrededor del corazón de Paris. Michael se enamoró de las grandes avenidas, de la Torre Eiffel, y del Arco del Triunfo que vio sin problemas desde su posición en el vehículo.
Después de todas las fotos que hizo con su teléfono móvil, sonreía como un niño, y se sentía realmente feliz de haber accedido a la proposición de su cliente de salir esa noche. Realmente París era una ciudad maravillosa, y a pesar de que era tarde, o al menos para él lo era, sus calles estaban llenas de gente, y no solo jóvenes, había muchas parejas mayores paseando mientras se agarraban las manos, familias paseando a sus mascotas, y dentro de los restaurantes, la gente sonreía feliz a sus interlocutores, ajenos al secreto espionaje de Michael.
- Guau, no sabía que tu ciudad pudiera ser tan bonita, Carl.
- Me alegro de que hayas descubierto Paris, ahora vayamos al club.
- Está bien, lo cierto es que me vendrá bien tomar una copa.
Carl volvió a inclinarse hacia delante, y dio instrucciones a su chofer, que asintió con la cabeza, y giró en la siguiente calle a la derecha. Michael disfrutó del camino en el coche, y se sorprendió cuando el chofer los dejó en la tercera planta subterránea de un parking del centro de la ciudad.
Carl lo guió hacia un ascensor, y desde allí aparecieron en una especie de apartamento, pues es lo que parecía a simple vista.
- ¿Este es tu club?.- preguntó Michael extrañado.
- Si, pero primero comamos algo, ¿te parece?
- Pero no hay nadie, ¿no es extraño que un club no haya nadie?
- Tranquilo, amigo, esta es solo la zona privada, enseguida entraremos a la zona común.
- Vaya, nunca había estado en un lugar así.
- Si, podría adivinarlo por tu mirada de extrañeza, pero me atrevo a decir que te gustará, ya lo verás.
- Seguro que si, no te preocupes por mi.
- ¿Qué te apetece cenar? ¿Un bistec está bieno prefieres algo más elaborado?
- Lo mismo que ordenes para ti, lo cierto es que no soy demasiado exigente con la comida.
- En ese caso, dos bistecs con patatas y ensalada.
Carl le pidió que tomara asiento, y los platos aparecieron diez minutos después, transportados por silenciosos camareros, que los desplegaron junto a ellos, acompañando los bistecs con un botella de vino tinto que dejó un regusto amargo en los labios de Michael.
- Me gusta este vino, Carl, y aunque no sé mucho de vinos, me atrevería a decir que este es caro.
- Es de mi colección personal, lo cierto es que cuando tengo tiempo me gusta visitar pequeñas bodegas, y seleccionar personalmente las botellas que sirvo en mis cenas, es una afición cara, pero bueno, para algo trabajo tantas horas…
Michael miró a su alrededor, la opulenta sala, la botella de vino, el caro reloj que lucía Carl, y pensó que si alguien podía permitirse esa clase de lujos, ese debía de ser su acompañante de esa noche.
- Si has terminado.- dijo Carl.- ¿Te apetece que pasemos a la sala común?
- Por supuesto, aunque quizá sea muy tarde ya para un copa, ¿no habrán cerrado?
- Que va, tú no te preocupes por eso, en este club, la diversión acaba de empezar.
Lo acompañó a través de una disimulada puerta en la pared, y cruzaron un pequeño cuarto, en el que el elemento más llamativo era un semáforo en verde, y atravesaron otra puerta, entrando en una pequeña recepción decorada en estilo gótico, o eso le pareció a Michael.
- Bienvenidos, caballeros, ¿conocen las normas del club?