Lo reconozco, no le di a mi mano la orden de golpearlo, porque ni siquiera pensé en hacerlo cuando ya tenía Arnold la marca de mi mano en su rostro debido a la fuerza con la que lo he golpeado, pero, en mi defensa, su descaro pasó cualquier limite que tenía.
— Eva…— No te atrevas a mentirme de forma tan descarada cuando solo soy un maldito juguete que desecharas en cinco años.— ¿Cuál es tu desespero por compararte con esa mujer que solo me interesó sexualmente?— ¡No estoy desesperada! Lo que siento es molestia porque jugaste con una mujer al punto de volverla así de inestable. — digo con enojo.Arnold suspira profundo y yo agradezco mentalmente que no me golpee, cuando es evidente que yo también pasé un límite al golpearlo en el rostro.— ¿Acaso es mi maldita culpa que haya estado loca?— Cualquier muj