Las horas pasan y las manecillas del reloj de péndulo corren sin parar. Frederich está como poseído escribiendo en la computadora que, debido a la fuerza con la que lo hace, suena mas parecido a una maquina de escribir.
Por más concentrado que esté, no puede evitar arrugar su cara del dolor, que siente a cada pitada que le da a su habano.
Durante el transcurso de la tarde no tuvo ninguna experiencia más por el estilo, de modo que, siendo las seis de la tarde y con el sol ya descendiendo en el horizonte, pone el punto final de su obra por tercera vez. Relaja sus manos, truena sus dedos y llama a su editor.
—Te voy a enviar ahora el libro y dime si llega completo. Tienen que ser 436 páginas.
El correo es enviado y Frederich aguarda la confirmación bebiendo un poco más.
—Ahí llegó— Carlos abre el archivo y va a la ultima pagina —Ahora si Federico. Llegó completo ¿Qué sucedió antes?
—Nada Carlos. Es que tengo un terrible desorden de archivos en la computadora. Debo de haber enviado un bor