Mundo de ficçãoIniciar sessãoAitana abre los ojos su cuerpo aun duele ante la brutalidad de la noche anterior, sus brazos tenían pequeños moretones por el brusco agarre de ese hombre.
Sus lágrimas no habían cesado un solo instante.
“Me siento estúpida, cómo pude creer que ese bastardo era el príncipe que me rescató en el momento justo”
Ella comienza a recordar cómo a solo tres meses de conocerlo Santiago le había pedido matrimonio y ella cegada por la ilusión de estar a su lado solo dijo que sí.
— Todo había sido tan perfecto— Susurra ella al mismo tiempo que observa unas hojas a un lado de ella y las hojea.— Me negaba a dejar que los prejuicios de los demás me hicieran dudar que puedo ser amada, a pesar de tener un cuerpo distinto al de las demás.
Frente a ella se encontraba un contrato que tenía todo lo que una noche atrás le había dicho Santiago.
— No puede ser… no puede… — Decía ella desesperada en busca de encontrar una falla o una posible salida a esto. — Padre… ¡Oh padre! Me cuidaste hasta el último momento pero ese amor se volvió mi prisión.
Aitana jadea al ver la firma del honorable Mario de la Costa, la letra firme y segura del primer hombre que había amado.
Su padre.
Y si, ahí decía que Santiago se comprometía a tomar como esposa a Aitana de la Costa y a cambio de cuidarla obtendría los derechos de todas y cada una de las piezas y diseños de Mario de la Costa…
Esto la dejaba sin nada.
Sin herencia.
Sin legado.
Todo por lo que había trabajado su padre se había entregado en charola de plata al malnacido de su esposo…
En ese momento Aitana tiene una idea y necesita ponerse en marcha.
Al estar al pie de la torre Sol Ardiente, una de las dos más importantes de la ciudad, ella le da la espalda a lo que había sido su castillo de oro y se sube a un taxi para encaminarse a la oficina de un abogado.
En el momento que ella entra a la oficina de un pequeño despacho, se enfrenta con Ramírez, el abogado de confianza de su padre durante toda su vida.
— Aitana, que gusto verte ¿qué te trae por aquí?— Cuestiona el licenciado ya en sus setentas, y con la cabeza rala de cabello.
Ella solo guarda silencio y arroja sobre el escritorio el contrato que había descubierto esa mañana.
El silencio se planta entre los dos y solo ver el rostro arrugado del anciano hace que Aitana se estremezca.
— Es legal…— Son todas las palabras de Ramírez.
— Pero… pero como, no puede ser posible que esa firma sea real, mi padre jamás estaría de acuerdo con todo esto. Jamás entregaría los derechos de sus piezas…
— Sé que debe ser desesperante y más que nada desconcertante— Ramírez se levanta para servirse un poco de agua y colocar una botella frente a Aitana con un silencio estremecedor. — Pero Mario ya sabía lo que iba a sucederle.
Esas últimas palabras hacen que Aitana levante la mirada de forma desesperada.
Ramírez asiente con la cabeza clavando su fría mirada en el rostro de la chica.
— Sí, él ya sabía que le quedaba poco tiempo de vida y lo único que quería era mantenerte segura sabía de tu amor hacia Santiago y quiso regalarte la seguridad y la certeza de tener el amor de tu vida para después que el falleciera no estuvieras sola…
— No… no es cierto mi padre jamás lo entregaría, mi padre jamás…
— Si él lo hizo Aitana— en ese momento se gira y declara llena de desesperación.
— Bueno pero tengo dinero mío, puedo dejarlo, necesito que me asesores con el divorcio, tengo dinero propio… necesito…
El rostro que se mantenía impasible de Ramírez en ese momento perdió por completo el color.
— ¿Qué pasa Ramírez? ¿Qué sucede? ¿Qué es lo que me ocultas ahora?
Él desvía la mirada y declara.
— Todo tu dinero está unido a las cuentas fiscales de Santiago Moreno— ella siente que un balde de agua helada cae sobre su cuerpo en ese momento— El dinero no es tuyo Aitana es parte de la fortuna de los Moreno.
—No, no es verdad ¿Cómo pudiste permitirlo? ¡¿Cómo Ramírez?! — Grita desesperada Aitana en medio de la locura.
— Tú me enviaste un documento que me estaba solicitando justamente eso ¿no lo recuerdas?— cuestiona Ramírez tratando de mantener la calma en todo momento.
El pecho de Aitana parecía estar inundado de estacas, cada vez se le complicaba más respirar sin embargo recuerda algo que parecía olvidado en su memoria, justo en medio de la desesperación de no saber si su padre se salvaría o sería arrastrado por la muerte, Santiago le había dado documentos a firmar.
Y ella no los había leído.
— No, no… no… no puede ser, no pudo haberme dejado sin nada, no pudo— Dice ella buscando una esperanza en los ojos del abogado— dime qué puedo hacer algo, dime qué puedo recuperar mi dinero…
Ramírez niega con la cabeza.
— Lo siento en este momento no podemos hacer nada.
En ese instante Aitana sale de la oficina como si estuviera en medio de un trance, pero como si pareciera que la estaban observando su teléfono suena y contesta sin mirar de quien se trata.
— ¿Ya estás conforme? — Cuestiona Santiago lleno te desprecio — ¿Ya eres consciente que mientras siga en la cima serás mía? Me perteneces Aitana y no puedes hacer nada para evitarlo.
En ese momento la rubia toma otro taxi y se mantiene con las manos temblando hasta que se encuentra en las puertas de un hospital solamente con cruzar la puerta de la entrada de la habitación comienza a jadear desesperada y corre a abrazar el cuerpo Inerte que se encontraba ahí.
— Padre ¡oh padre te falle! ¡Te he fallado una y mil veces! ¡Lo siento! ¡Lo siento!— susurra ella al mismo tiempo que llena de lágrimas la bata de su padre.
Lo había perdido todo, absolutamente todo y no podía irse, no si quería seguir pagando la asistencia médica de su padre en coma.
Solo es cuestión de unos minutos cuando ella escucha que tocan a la puerta.
Al girarse para encontrar el rostro de Rosa la enfermera que se encargaba de los cuidados de su padre, pero antes de decir una palabra ella sabía que nada bueno se avecinaba, el rostro de la enfermera estaba pálido y evadía su mirada.
— ¿Qué sucede Rosa? ¿Qué pasa? — Aitana sentía que los latidos de su corazón estaban a un solo segundo de reventarse y arrancarle la vida.
— Nada señora Aitana… aquí no… — Susurra ella dejando una nota en una de las manos de su padre para que ella la viera con facilidad, pero no lo captara la cámara de la habitación.







