Capítulo 10.
En el ventanal enorme del tamaño de la pared, ahí en el pent-house donde Santiago siempre se había sentido el Dios del universo, inalcanzable y sobre todo invencible, se encuentra moviendo una copa de vino tinto de forma controlada una y otra vez. El contenido giraba.
El vino iba y venía con su fuerza.
Así era como le gustaba controlar absolutamente todo lo que sucedía en su vida.
Jadea, frustrado, y toma un trago de ese vino que había estado manipulando una y otra vez.
En ese momento el reflejo del cuerpo de Aitana se ve difuso y en el momento que se gira no hay nadie…
“Me estoy volviendo loco, esto no puede ser, no puedo desear a ese tipo de mujer” piensa.
Sin embargo, cierra los ojos.
— Se siente tu ausencia.— Susurra él, maldiciéndose una y otra vez, maldiciéndola a ella. —¿Dónde estás, Aitana? ¿Por qué te fuiste? ¿Quién te alejó de mí? ¿Y con qué perro derecho? — Cuestiona al inmenso vacío del exterior.
Al mismo tiempo que siente el pent-house muy grande, muy frío, demasiado vac