Narrador:
Eran las 5:00 am cuando el paciente desconocido en terapia intensiva presentó una caída de signos vitales. La doctora a cargo, a pesar de no estar en guardia, se acercó de forma inmediata a su habitación y, aplicando todo su conocimiento, después de 30 intensos minutos logró nuevamente estabilizarlo. Cuando el equipo de trabajo que la ayudó salió, ella se quedó mirando al hombre atractivo conectado con tubos y máquinas que por el momento le daban el soporte vital necesario.
Lo tomó de la mano con delicadeza, sintiendo de alguna manera su corazón afectado por el caso. La doctora lo miró profundamente y en voz baja dijo:
—¡Guapo! No te rindas, ¡no permitas que la oscuridad te consuma! ¡Pelea por tu existencia, por tu futuro! ¡Eres joven, tienes todo por delante! ¡Vive, lucha, sobrevive! —le pidió insistente. No sabía por qué, pero sentía que debía vivir. Ella haría lo posible para que eso suceda.
—¡No te rindas, sé un guerrero! Para que puedas despertar —dij