Astor quiso creer que los primeros rayos de sol que le alumbraron el rostro fueron los que le despertaron, pero sería mentirse, era el décimo día consecutivo que no podía conciliar el sueño, desde que ella se fue, día y noche solamente pensaba en volver a verla.
«Para estas alturas ya debe estar en la tercera frontera, pero nadie ha podido dar con ella, ¿y si le sucedió algo?» pensaba, reprochándose su incompetencia pues siendo el emperador solamente podía esperar desde su palacio alguna nueva noticia, quería ir a buscarle el mismo, pero sería imposible en su posición. Su majestad buscando a una simple concubina de su hermano, no tenía sentido.
—Su majestad, la emperatriz madre le espera para desayunar juntos — le dijo un sirviente, sacándolo de su ensoñación.
—Sí, gracias.
Más tarde, Astor admiraba los jardines desde la terraza, mientras esperaba a que apareciera su madre, le fue imposible no pensar en aquellos días en los que paseó junto con Eleanor y conversaron de mil