Dana había estado tan nerviosa en la mañana que había terminado vomitando pero solo estar a solas con sus cachorros había sido suficiente como para calmarla. Tenía claro que necesitaba mantener la cabeza fría por ellos.
Kian había ido a buscarla e intentó tranquilizarla. No se había sentido menos nerviosa al ver a las personas que los esperaban para la convocatoria. Incluso aunque era consciente de que tenía la empatía de los Alfas.
—Gobernantes, ha llegado la hora. Tomen asiento.
Alessandro y Román se detuvieron en seco al escuchar la voz del anciano principal.
A la sala comenzaron a llegar los cuatro y por último una hermosa mujer con piel trigueña.
Dana la examinó cuidadosamente mientras que todos se movía para ocupar sus asientos. Por alguna razón no le gustaba aquella mujer, sus ojos verdes eran parecidos a los de una serpiente. Analítica y peligrosa.
Ella era la sacerdotisa.
La mujer a la que “debían convencer para no expulsar a sus cachorros de la manada”.
Dana estaba completame