De repente habían convocado a más lobos a favor de Alastar, sin embargo, el aullido furioso de Kieran había llamado la atención de los suyos y ahora todos estaban ingresando en la cueva en desatando una guerra mortal.
Pero sus ojos solo se mantuvieron sobre el maldito que había tocado a lo que más le importaba.
—¿Sabes a lo que debes temer, maldito bastardo?
Alastar intentó usar su magia pero no encontró ni una chispa de esta.
—¿Qué está sucediendo?
Su rostro se puso tan pálido mirando su mano, antes de alzar la mirada hasta el macho que se acercaba él lentamente, cazándolo.
—A unos padres protegiendo a sus hijos. A un compañero furioso porque has lastimado a su hembra —dijo respondiéndose a sí mismo.
Su voz era grave, peligrosa.
Alastar comenzó a retroceder horrorizado.
—M-me quistaste mi magia. ¡¿Cómo me quitaste mi magia?! E-eres el bastardo de la visión de los ancianos —habló casi sin aliento viendo al causando de su propia muerte cara a cara.
¿Cómo no había pensando que este ca