Realmente no sé por qué dejé que Carlos comenzara a vivir conmigo. Yo podía pagar mis facturas; claro, no tendría la misma facilidad como antes por la deuda del auto: pero podía hacer el sacrificio.
Sarita estaba casi toda la noche con él, a veces se encerraban en la habitación y la escuchaba gritar; debía soportar sus alaridos de gallina y era la cosa más horrorosa. ¿Desde cuándo ese par estaban juntos?
Había pasado medio mes desde que Carlos estaba viviendo conmigo y no sabía si sería capaz de llegar al mes. Necesitaba mi privacidad, mi independencia: ¡mi silencio!
—Está bien, no la voy a volver a traer —aceptó Carlos esa mañana cuando le hablé del problema.
—No es tanto por eso, Carlos; bueno, eso sí es un problema, —traté de explicarle— pero a lo que me refiero es que&hel