28. No debería cruzarme
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Karen
El hombre me veía con lascivia y yo ya estaba acostumbrada a ese tipo de miradas que ni siquiera me hacían temblar. Solo lo miré desprovista de emociones.
—Bueno, preciosa, ¿comenzamos? —El hombre rubio extrovertido rompió mi trance, palmeando el sofá junto a él.
Me acerqué, manteniendo mi sonrisa profesional, y comencé mi rutina. Movimientos elegantes, seguros, como si el espacio me perteneciera. Los hombres silbaron y aplaudieron, pero mi atención seguía volviendo al desconocido del fondo que no se movía y casi aprecia una estatua de Michel Ángelo.
—Es hermosa —escuché, pero eran palabras que oía a lo lejos.
Él no aplaudía ni hablaba. Solo sostenía un vaso de whisky que giraba entre sus dedos largos y elegantes, observándome como si fuera un enigma que quería resolver.
—Una diosa bajando del Olimpo —comenta el rubio extrovertido.
Cuando la música terminó, me levanté y agradecí con una inclinación de cabeza.
—¡Espectacular, Misty! —el extrovertido sacó un fajo