10. Al despertar
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Gabriel
El beso se intensificó más de lo que esperaba, hasta el punto en que tuve que quitarle la copa de las manos y dejarla junto con la mía en la mesa más cercana. Su rostro estaba sonrojado, y por un segundo, esa mezcla de sorpresa y timidez me desarmó. Se veía… adorable.
“¿Qué me pasa?” me pregunté a mí misma.
Sin pensarlo mucho más, la tomé de la mano y la llevé con rapidez al cuarto más cercano. La habitación estaba cálida, con una chimenea encendida que iluminaba el lugar con un brillo tenue y acogedor. El ambiente parecía hecho a propósito para lo que estaba por suceder.
—Señor… Señor Seraphiel… —titubeó Zaira, su voz apenas un susurro.
—Shhh… —le dije con voz ronca, deteniéndome frente a ella, vi sus ojos llenos de pasión— déjame esto a mí.
Ella no dijo nada, solo asintió, con esos ojos grandes y brillantes que me miraban como si estuviera a punto de revelarle todos los secretos del universo y volví a besarla ferozmente.
El calor del alcohol seguía corriendo por m