La chef curvy del CEO
La chef curvy del CEO
Por: Luna Nova
I. ¡Mi restaurante no está en venta, Sr. Lee!

- ¡No pienso firmar este papel absurdo!- dijo enojada Valerie, mientras tiraba unos documentos que cayeron totalmente desorganizados sobre una de las mesas de entrada de su restaurante.

- Le dices a tu jefe que no envíe a más personas a molestarme, este restaurante ha pertenecido a mi familia por varias generaciones, siempre ha estado así como lo ves- agregó, señalando con las manos en alto, para que el hombre de traje que tenía delante, pudiese observar su entorno.

- Y mientras yo sea la dueña, no pienso cambiarlo solo porque al prepotente de tu jefe le da la gana de “modernizar” el edificio que acaba de comprar.

- Pero Srta. Miller, si lo que le preocupa es el acuerdo financiero, podemos llegar a una cifra que a usted le convenga, el señor Lee…

- ¡Le dice a su jefe millonario, que todo en la vida no tiene un precio como él piensa, que es la última vez que trato a las personas que vienen con algo de amabilidad y educación, pero que si siguen de pesaditos molestando todos los días y entorpeciendo a mis clientes en su comida, lo próximo que recibirán es la olla de agua sucia, donde lavo los mariscos!- lo interrumpió señalándolo.

Recogió el contrato que estaba dentro de la carpeta y lo estampó en el pecho del asistente

- ¡Recoja sus papeles y márchese ahora mismo de mi establecimiento, no voy a vender mi restaurante y esa es mi última palabra!.

Concluyó totalmente molesta y al hombre no le quedó más remedio que irse con su traje y el maletín, a enfrentarse entonces al mal humor de su jefe cuando tuviera que darle la noticia de que no había manera de entenderse con la propietaria de este pequeño restaurante, ubicado en los bajos del gran edificio de 33 pisos, que hacía de tienda departamental y a la vez era la nueva sede de su firma de inmuebles, ubicada en el Distrito Financiero de San Francisco.

Valerie resopló frustrada, era como la cuarta vez en esta semana que recibía la propuesta del nuevo dueño del edificio, para comprarle el restaurante, como mismo había comprado la mayoría de los negocios, que llevaban años funcionando en los bajos de este rascacielos.

Casi todos los propietarios que conocía desde que era niña y cuando comenzó a enamorarse del mundo de la gastronomía por su fallecido abuelo, habían vendido sus establecimientos de años de funcionamiento, por cifras cuantiosas de dinero.

Habían empacado sus bienes y se habían ido hasta de la ciudad.

- No pienso deshacerme nunca de ti- murmuró mirando a su alrededor, a las paredes color blanco roto de su pequeño, pero encantador y acogedor restaurante.

Este negocio lo había heredado de su abuelo, amante de la gastronomía como ella.

Le enseñó todo lo que sabía de la cocina y después, Valerie había estudiado Licenciatura en Artes Culinarias y Gestión de Restaurantes.

Era la chef y dueña de “Le Petit Bistro”, este pequeño establecimiento donde se unían armónicamente el estilo vintage e industrial.

Todo estaba cuidadosamente diseñado para crear un ambiente acogedor, que te transportara al pasado, a la armonía de disfrutar una buena comida en un excelente lugar.

¿Cómo iba a cambiar todo esto solo por el capricho de un nuevo ricachón, que lo único que tenía en su cabeza era imitar las tendencias frías actuales y ganar más dinero como fuera, sin tener en cuenta los sentimientos o las costumbres?

No lo iba a permitir, aunque fuera la única que quedara sin vender, aunque le propusiera la cifra que fuera, quería ver como ese prepotente, la iba a echar de su propio restaurante.

- ¿Ya despachaste al nuevo recadero?- le dice Elena, una de las cocineras y amiga íntima de Valerie.

Salió del área de la cocina, limpiándose las manos con un paño blanco.

A esta hora estaban sumamente ocupados, preparando todo los ingredientes de los platos y estar listos para abrir, dentro de menos de una hora.

- Sí, ya me deshice de él, me tiene totalmente cabreada este asunto y estoy al subir al último piso y decirle al nuevo jefecito que deje en paz mi negocio- le responde Valerie agarrando su gorro blanco tradicional de chef y colocándoselo.

Caminaba hacia el área de la cocina, no tenía más tiempo que perder en tonterías, dentro de poco seria el horario de apertura para el almuerzo y con suerte el local estaría en pleno apogeo de clientes y todo debía estar a la perfección.

- Vale, creo que has aumentado de peso, amiga, se te marca el trasero en los pantalones como si estuviese a punto de explotar la costura- le dice de repente Elena, que caminaba detrás, mientras examinaba el pantalón gris piedra de Valerie, que formaba juego con la chaqueta de chef manga larga, en tono blanco crema y el logotipo del restaurante.

Valerie se detiene a mirarse e incluso se gira en una cómica postura, para examinar si es verdad que su pantalón está a punto de ser desgarrado por su exceso de peso.

- Bueno, supongo que en realidad este asunto me tiene un poco nerviosa y sabes que como de más cuando me estreso. Ese tipo de verdad que me enoja, está haciendo que este hermoso y sexy cuerpo, con curvas exuberantes en los lugares correctos, comience a perder su peso ideal- dice suspirando y echando a andar nuevamente, para seguir con la preparación de los ingredientes frescos.

Elena sonríe divertida por la respuesta de su amiga. Valerie debería ser un ejemplo a seguir para todas las chicas con la llamada talla XL.

A sus 28 años, a pesar de sus más de 100 kilos en una estatura de 1.70 cm, no tenía complejos con su cuerpo y más bien pregonaba orgullosa, que una chef delgada no era para nada confiable.

*****

- ¿Estás seguro de que le ofreciste la cantidad de dinero que te autoricé?- preguntó Oliver, totalmente cabreado detrás de su amplio y macizo escritorio de ébano, con patrones en dorado.

- Sí… sí, señor, la Srta. Miller dijo que no iba a vender, no importa cuanto dinero le propusiera por su negocio- respondió nervioso, tartamudeando, el mismo asistente que hace una hora había ido “Le Petit Bistro” y se había enfrentado a Valerie.

- ¡¿Pero qué se cree esa mujer?!, ¡¿Cuánto dinero piensa que le voy a ofrecer por el restaurante viejo ese que lleva?!- exclamó Oliver totalmente enojado.

Desde que decidió comenzar su firma de bienes inmobiliarios, todo había ido como la seda, siempre se encontraba a dueños nostálgicos y aferrados a sus viejos establecimientos, pero nada que no se pudiese solucionar con una buena suma de dinero.

La cantidad necesaria de billetes verdes curaba la nostalgia y la estupidez y él se hacía de los espacios que necesitaba para seguir expandiendo su negocio.

Solo esta tal Valerie Miller, se había convertido en la piedra en su zapato.

Por mucho que le ofrecía, no se quería deshacer de ese viejo restaurante retrógrado, donde él necesitaba construir una boutique de calzado exclusivo para hombres.

- Está bien, puede marcharte y cuando salgas dile al secretario Stuart que lo estoy esperando- ordenó al nervioso asistente que suspiró para sus adentros, como a un prisionero que le dan amnistía y salió de esa sofocante oficina casi corriendo.

No sabía como el secretario Stuart podía aguantar al presidente todos los días, la verdad es que sabía que cobraba muy buen salario, pero no creía que ninguna nómina fuera suficiente para soportar el mal humor de ese hombre las 8 horas laborales y más.

- ¿Presidente, me mandó a llamar?- se escuchó al poco tiempo la voz profesional del secretario Stuart entrando a la guarida del lobo, digo, a la oficina del CEO.

- Prepara un nuevo contrato y deja la parte del pago en blanco, lista solo para ser rellenada con la cantidad que solicite la Srta. Miller- ordenó Oliver apretando los dientes y preparándose para la cifra astronómica que de seguro esta digna propietaria le iba a pedir.

Estaba seguro de que no era más que una estrategia de esa mujer para sacarle la mayor cantidad de dinero posible, ya se había enfrentado a muchas como ella y no solo para los negocios.

- Sí, presidente, en esta ocasión puedo ir yo, si usted desea, a hacer las negociaciones- le propuso el secretario Stuart, no porque le encantaba la idea de ir a regatear con la dueña del restaurante, sino porque era imperante terminar este asunto, sino el mal carácter de su jefe solo iba a seguir en aumento y él como su secretario personal, sería la persona más afectada en el proceso.

- No es necesario, yo mismo personalmente iré a ver a la digna Srta. Miller y veremos si vende o no- le respondió Oliver, totalmente decidido.

A él nadie le decía que no y menos una simple cocinera de un local.

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