Lisa
Me acuesto a su lado
y naturalmente, mis ojos se cierran y el sueño me atrapa.
Despierto con suaves caricias.
- ¿Cómo estás? ¿Has descansado bien?
- Hum... sí, he descansado un poco. ¿Y tú, dónde estabas? Me desperté un momento y no estabas aquí.
- Estaba en los sillones, en mi computadora. Tenía trabajo pendiente.
Me acurruco más contra él,
- ¿Ya llegamos?
- No, puedes descansar un poco más, ¿quieres comer algo?
- Sí, quiero frutas.
- De acuerdo, haré la llamada, las tendrás en un minuto.
Me recuesto contra él, me siento muy perezosa de repente.
Él llama, y un minuto después, un gran plato de frutas hace su entrada.
Me incorporo y empiezo a comer como si hubiera pasado dos días sin comer.
Héctor me mira con una sonrisa
- Creo que los niños tienen hambre.
- Tengo un antojo loco de frutas, mi estómago es como si nunca fuera a saciarse.
Sigo devorando las frutas de aquí para allá.
Treinta minutos después, estoy llena
y agotada. Comer también cansa.
- Descansa un