GIANNA
La azotea del palacio era enorme; sin embargo, Vik tenía un espacio delimitado para su uso que se encontraba rodeado de medias paredes, y ahora se encontraba recostado en una de ellas.
No necesitaba verlo de frente para saber que sus ojos estaban perdidos en el horizonte hacia la ciudad, y de que debía tener la mente llena de mil cosas por lo que acababa de pasar.
Su madre acababa de decirle muchas palabras hirientes, y a pesar de que él solía mostrarse sereno y recto cuando se trataba de ella, en el fondo sabía que debía dolerle; después de todo, según el grado de conocimiento que tenía sobre él hasta ahora, ella era su talón de Aquiles. Siempre quiso su reconocimiento, pero recibió todo lo contrario.
Y ahora esa mujer había dicho auténticas barbaridades a un muchacho inocente… Esto podría terminar mal.
El cielo era gris a pesar de que se suponía que el atardecer tardaría en llegar, y la brisa fría se me hacía incómoda y puntillosa; sin embargo, ya no llovía.
Me acerqué poco a