47. Yo estoy dañado por dentro
Pocas eran las veces que Kira había visto a Jack vestido de forma casual. Esa era una de esas veces. Estaba enfundado en un jean oscuro y camisa de botones azul, encima, una cazadora que lo hacía lucir arriesgado y guapísimo, además del cabello desordenado y la incipiente sombra de una barba recién afeitada.
Cuando se cazó a sí misma, observándolo demasiado, apartó la mirada en un pestañeo y cerró la puerta detrás de sí.
No era buen momento para que las hormonas comenzaran a hacer de las suyas.
Margaret y Lana estaban asomadas por la ventana, así que las miró con ojos tibios, como si estuviese reprimiéndolas en silencio. Las dos se apartaron cómplices, pero volvieron a asomarse cuando Kira regresó la vista al hombre guapísimo frente a ella.
— Pudiste haber esperado a que regresara a Nueva York — le dijo, cruzada de brazos. No se había puesto la chaqueta y el frío de aquellos últimos días de noviembre era terrible.
Jack lo notó en seguida y se sacó la cazadora para colocarla sobre sus