65. Promesa de amor
Después de tener que ir a controlar a la bestia, Mía tomo como medida almorzar juntos todos los días y si había alguna reunión, junta o alguna otra cosa que se interponía en sus planes, entonces el otro lo acompañaría.
A Gerard le agrado todo aquello al principio, ya que por lo general, Mía solía tener almuerzos de negocios o cenas, pero cuando era él el que tenía dichas reuniones, no lo pasaba muy bien viendo a sus clientes quedar anonadados por Mía.
—¿Cómo sigue tu mal humor? —entra Andrés a su oficina, dejando unos documentos frente a él— me he enterado que estas insoportable y que Mía ha venido a controlar a la bestia.
—Es su culpa, se niega a regresar conmigo —se queja bastante irritado— se está vengando.
—Mía no se quedaría con los brazos cruzados, es mujer y las mujeres no olvidan. Tienen memoria a largo plazo repotenciada.
Andrés disfruta del mal genio de su amigo, al menos con esta aprende a jugar mejor sus cartas.
—Esta noche la voy a llevar a cenar, le pediré matrimoni