Apenas el auto se detiene, Edmond rodea el vehículo y me abre la puerta para extender su mano y de forma caballerosa ayudarme a bajar. Con su mano entrelazada a la mía, subimos al avión donde se encarga personalmente de que me encuentre cómoda.
Es por ello, que todos a nuestro alrededor se encargan de nuestra seguridad y no de que nos sintamos cómodos entre nosotros.
— Me encantaría estar eternamente en esta Luna de miel. — dice Edmond sonriente.
— No puedes dejar a tu hermano a cargo eternamente de algo que tú debes realizar. — le recuerdo.
— Es entonces cuando deseo embarazarte lo más pronto posible para que mi hijo me reemplace y así poder encargarme solamente de tu felicidad. — dice Edmond sonriente y yo comienzo a toser.
‘Mi pobre bebé ni siquiera ha sido concebido y ya le tienen toda la vida planeada. Pobre de él o ella.’ me quejo mentalmente.
— ¿Estás bien, querida? — pregunta Edmond, preocupado.
— ¿Cómo puedes hablar de una sucesión cuando ni siquiera estoy embarazada?