12. Comienzo de la venganza
Altagracia se moja más el cabello, se echa agua en sus brazos y acaricia su cuello. Pese a que el agua está caliente, refresca, nada ha cambiado.
Los músculos siguen tensos y éste paraíso oculto no influye en su percepción desdichada. No está bien. Nada de su vida está bien.
Éste lugar, hermoso como nada, es monótono y sin colores para Altagracia.
Se echa agua en sus pechos, con los ojos cerrados.
Cuando regrese Villalmar dejará de ser suya…todos los recuerdos de este lugar se disiparán para siempre.
Su cabello largo, castaño, acaricia su espalda mientras se acaricia el cuerpo y deja que ésta agua cristalina le quite cualquier malestar, aunque sea en vano.
Tan metida está en sus cabales que no se da cuenta del relinchar del caballo.
Altagracia abre los ojos estupefacta, cubre sus pechos y se da la vuelta.
La impresión la hace tambalear hacia atrás, descubriendo su desnudez frente al hombre dueño de su infierno, el causante de sus males, el cómplice de sus desgracias.
Altagracia se alej