La sangre de Riccardo permanece en su camisa, la imagen de su hermano apenas manteniéndose consciente mientras lo llevaban en la parte trasera del vehículo hacia el hospital se le repite una y otra vez, como una película de terror que se le ha quedado grabada.
—Ven aquí, amor —Isabella, con el rostro marcado por la tensión, lo abraza para contener a su hombre.
—Te juro que si le pasa algo a mi hermano…
Sus manos, un puño a punto de destruir todo. En sus ojos, Isabella ve su tormenta y lo atrae a su cuerpo para que se relaje en ella.
—Nada le pasará, Riccardo es fuerte. Los gemelos Corleone son invencibles, verás que tendremos buenas noticias pronto.
Un beso lo distrae de momento y luego esconde su rostro en el cuello de Isabella, pensando en todas las cosas que han ocurrido por no ver a tiempo que su padre era una amenaza, peligrosa y destructiva.
Cuando se separan, Renatto mantiene la mirada fija en el pasillo que da al quirófano, con las manos apretadas con tanta fuerza que los nudi