La tarde cae sobre la mansión Corleone con un aire pesado, cargado de una tensión invisible que se filtra por los pasillos. Renatto se encuentra en su despacho, revisando unos informes y decidiendo si debe abrir nuevos mercados en América, cuando su jefe de seguridad golpea la puerta y entra con expresión preocupada.
—Señor, lamento interrumpirlo con cosas sin importancia, pero…
—¡Habla de una vez!
—Isabella… no quiere comer.
Renatto levanta la mirada de inmediato. Un latido de molestia y preocupación golpea su pecho, aunque su expresión sigue siendo dura e impenetrable.
—¿Desde cuándo? —su voz carga de molestia, sus dientes apretados.
—Desde que la encerró, Clara dice que no ha probado bocado. Tampoco ha pedido nada. Solo se queda ahí, en silencio.
Renatto se pone de pie de golpe. Sus paso