CAPÍTULO 5: No lo hagas.

Alguien llama a mi puerta de repente, un hombre que nunca había visto aquí en la empresa, pero noto que tras la puerta de cristal trae puesto un gafete que lo avala como un asistente.

—¿Diseñadora Mía Bennett? —me pregunta en cuanto le doy el paso.

—Sí soy yo —le regalo una sonrisa de media luna.

—Soy Jonas Oliver, el presidente la busca con urgencia, por favor, acuda a su despacho inmediatamente —arguye con prisa pero un tono cordial.

—Enseguida voy, gracias.

El tipo asiente y enseguida desaparece de mi campo de visión.

Me tomo solo un par de segundos para apartar todos esos pensamientos negativos de mi mente, cierro con llave el cajón en donde metí el paquete y me dirijo al ascensor.

Tengo un mal presentimiento.

Llegando, me recuerdo que a un costado se encuentra la oficina de Lance, por lo que por mi cabeza pasa la idea de pasar a verlo, solo dando cinco pasos, escucho a lo lejos un par de risas coquetas, me congelo al instante y no sé por qué, pero Alisa se viene a mi mente, no, no puede ser cierto.

Una parte de mí lo sospechaba desde el principio, pero otra… quería convencerme de que solo eran imaginaciones mías, que solo se trataba de un sucio juego de mi mente, al parecer no es así, porque casi al instante, acelero mi paso incontrolable hacia el final del pasillo, sentía mi corazón a punto de salirse de mi pecho.

Me faltaba poco para saber la verdad, aunque la idea me supiera amarga, merecía dejar de estar engañada. Mis ojos ardían con cada paso dado, ¿qué había hecho mal en todos estos años? ¿Acaso no le entregué mi juventud entera a Lance? Aun éramos jóvenes, pero eso no le daba el derecho a jugar conmigo.

Conforme me acercaba, no dejaba de pensar en que hubo un tiempo en el que todas estas dudas no me invadían la mente, no, hubo un tiempo en el que él me trataba con delicadeza, con cariño, me daba la atención que ahora parece pesarle darme, me había convencido un millón de veces que teníamos un enorme futuro.

El sonido ding, que anunciaba que el elevador adjunto a la oficina de mi prometido, había abierto las puertas, no me detuvo, ni siquiera miré quién bajaba cuando pase de largo, hasta que una voz familiar me erizó la piel como aquella noche.

—No lo hagas.

Mis pies se detienen por su propia cuenta, esa voz fuerte, baja y cruel hace que el piso se balancee bajo mis pies, me giro lentamente advirtiendo aquellos ojos grises que no me han dejado en ningún momento desde que escapé de aquella bodega del infierno. Este hombre parece distinto, es decir, aunque al otro no le pude ver bien el rostro, me adormece la misma sensación de ahogo.

Se parecen tanto a aquellos ojos color humo. El mundo se detiene a mi alrededor, este hombre de cabello rubio caramelo, ojos grises, vestido con un traje tan impecable como su actitud, su aspecto rubio pertenece a modelos, con una ligera barba que se suma a su encanto, me mira fijamente.

Mi mente se convierte en una hoja en blanco mientras él camina hacia mí, al tiempo que lucho por aspirar aire a mis pulmones, conforme más distancia acorta, más confirmo que es el mismo hombre que me salvó de los violadores en la bodega.

—Detente —dice antes de que tuviera la intención de irme.

Y es que mis instintos de supervivencia me piden a gritos que me aleje de él, que escape fuera de su alcance y eso es lo que planeo hacer.

—Lo siento, señor, tengo que irme…

—Dije, alto —esta vez su tono más endurecido hace que olvide cómo se respira—. Si entras a esa oficina solo harás el ridículo.

—¿Qué?

—Pareces ser una de las inteligentes, estoy seguro de que me has escuchado bien —el sonido hueco y sin humor de su voz me golpea haciendo que mi espalda se ponga rígida.

—¿Por qué tendría que hacerte caso? —un temblor me baja por la columna vertebral.

—Porque soy tu nuevo jefe —arguye con seguridad—. Mi nombre es Basil Sokolov.

Al estar cerca de él, huelo la menta de su aliento, y su rico aroma a loción masculina que inunda mis fosas nasales al instante, todo eso me sacude de una forma que no me importa admitir.

—Lance Grant, quien es mi sobrino, ha sido destituido de su cargo como director general de la empresa, ahora soy el nuevo y único CEO —me espeta con intenso interés.

Me quedo anonadada con el nuevo dato, es decir, se supone que Lance era el jefe, no este hombre, ni siquiera los apellidos concuerdan, este hombre parece saber lo que estoy pensando, porque enseguida ladea la cabeza de manera letal.

—Uso el apellido materno, también soy un Grant.

—Almira nunca mencionó a otro heredero —susurro tratando de mantener la calma.

—Bueno, esa mujer nunca ha sabido mucho, en todo caso —da un paso adelante, nuestros cuerpos casi se rozan—. Me parece que ya nos conocimos antes en el almacén, aquella noche, me alegra que pudieras seguir con vida y escapar.

Estoy luchando contra mis ardientes mejillas, mi mente sigue parpadeando hacia el momento en el que este hombre mató sin pestañear a dos hombres, y con el hecho de que ahora resulta ser el tío de mi prometido, mi nuevo jefe, no, no puede ser cierto. Mi nuca se eriza y me retuerzo en mi sitio.

Basil Sokolov es un peligro.

—¿Me vas a matar? —no puedo detener mi vómito verbal, sintiendo que mis piernas tiemblan por segundo.

Da otro paso adelante, esta vez su pecho roza el mío y tengo que hacer un esfuerzo por levantar la mirada.

—¿Por qué mataría a mi familia? Escuché que te vas a casar con Lance, tranquila, solo he regresado para recuperar lo que es mío por derecho —me explica mirándome con un brillo extraño en los ojos.

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