Capítulo72
Su cabello estaba enmarañado, con la sangre del enemigo que había salpicado y se había secado en él, formando dreadlocks que parecían moverse con vida propia: unos se enrollaban entre sí y otros caían desordenadamente.

La armadura liviana que llevaba estaba abollada en varias partes y manchada de sangre, no había un solo centímetro de su rostro que estuviera no estuviese cubierto de sangre o lodo.

Llevaba varios días sin bañarse ni peinarse, incluso un mendigo se vería más presentable que ella, pero eso no le importaba.

—¿Te sientes incómoda? —el Rey Benito recordó cómo cada año, al ir al Templo del Conocimiento, veía a esa jovencita vibrante y llena de vida, de espíritu libre y despreocupado, y ahora era como si se hubiese convertido en otra persona.

—¡Tengo hambre! —Isabelita abrió sus labios agrietados y pronunció una sola palabra.

El bigote del Rey Benito se estrechó ligeramente:

—Sí, en efecto todos tenemos hambre, aguanta.

—¡También cansancio! —dijo Isabelita con voz débil. —Me
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