Al enterarse de que no pasaríamos el Año Nuevo con su familia, Carmela no dejaba de llorar. Le dio pena a mi mamá viéndola así y las dos charlaron por toda la mañana.
La decepcionaron las acciones de Sergio. No entendía cómo podía haber cambiado tanto. Tampoco confiaba en Flora y estaba preocupada de que Sergio cayera en su trampa.
Mi madre, no sabía cómo consolar a Carmela, por eso se limitó a escucharla en silencio y lloraba con ella.
Ya éramos vecinos de veinte años y nos llevábamos como familiares. Sin embargo, en cuanto a este asunto sobre Flora, mi madre tampoco sabía cómo resolverlo.
Por primera vez, pasábamos la víspera del Año Nuevo pequeño nuestra familia sola. Justo cuando poníamos la mesa, alguien tocó a la puerta.
Dejé la copa de vino y fui corriendo a abrir la puerta. Pensé que sería Carmela. Sin confirmar quién era, abrí la puerta y dije:
—Carmela, todos nuestros platos ya están listos, entra y prueba.
—¿Mira quién soy yo?
Se escuchó la voz llena de cariño de Martín.
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