BEATRIZ
Las horas pasan, camino de un lado a otro, los doctores no me han querido decir nada, Luca me avisó que cuando escucharon el llanto de Vladimir, ya se encontraba tirado en el suelo. Llamaron a una ambulancia al ver sangre que brotaba de su cabeza.
Pensar en mi hijo herido, hace que los nervios me invadan el sistema y que no piense bien. Cuando por fin el doctor sale, somos Nicola y yo quienes nos acercamos rápidamente.
—¿Cómo está mi hijo? —inquiero sin darle tiempo de hablar.
El doctor me mira, luego a Nicola y asiente.
—El pequeño cayó de un árbol, al parecer quiso agarrar un gato que estaba trepado en un árbol, perdió el equilibrio y cayó, se fracturó el brazo y tiene algunos rasguños, pero no es nada del otro mundo, pero será incómodo —nos explica.
Siento que un enorme peso desaparece de encima de mis hombros.
—¿Puedo pasar a verlo? —pregunto y mi voz tiende de un hilo.
—Por supuesto —asiente.
Nicola se queda hablando con el doctor, una enfermera me lleva hasta la