Emir
Desperté solo en la cama, extendí el brazo hacia el lugar donde Eiza solía estar, pero sólo encontré sábanas frías y vacías. Me froté el cabello y luego la frente, intentando despejar mi mente mientras un millón de preguntas sin respuesta se acumulaban. Me despabile de la cama y me dirigí al baño del hotel. Me lavé el rostro con agua fría, buscando despertar del letargo en el que me encontraba. Tomé mi billetera y las llaves que había dejado en la cómoda y salí de la habitación.
Andrew me esperaba en la entrada, listo para lo que fuera necesario.
—Buenos días Andrew, amaneciste aquí—quise saber a bostezando por el sueño.
—Si, Joven, me quede dentro del auto.
—No muy cómodo.
—Estoy acostumbrado.—Asiento cerrando los ojos por brevemente minutos.
Al llegar a mi residencia, entre a la casa. El mayordomo me ofreció las pantuflas, pero las ignoré y subí directamente a mi habitación. Dejé escapar un suspiro pesado mientras cerraba la puerta tras de mí. Sabía que estaba confundido