Después de cenar, Warrick se retiró con Madelaine alegando que estaban cansados e iban a descansar. Pero realmente fue una excusa para escaparse juntos fuera de la mansión del señor Fischer.
—¿No vamos a cambiarnos de ropa? —inquirió la joven viendo que Warrick se dirigía a la puerta de la entrada.
El aludido se giró y repasó su vestimenta.
—¿Es por el calzado? —señaló los altos zapatos de tacón que llevaba la chica.
—Sí, no sé a qué lugar me llevarás. Y caminar con esto es incómodo —hizo una mohín.
—Descuida, eso es lo de menos —le aseguró tomando su mano y arrastrándolos fuera de la casa.
Subieron al auto y salieron del aparcamiento. Ambos sonrieron cómplices, habían logrado escabullirse de la mansión sin ser descubiertos. Aunque quizás el señor Fisher lo notaría, pero eso sería lo de menos, Warrick y Madelaine no temían ocultar lo que tenían. Que se querían mutuamente. Es más, lo quería gritar a los cuatro vientos para que se enteraran de lo suyo.
Aunque era algo difícil de proc