Capítulo 8
Podía verlo en sus ojos. Estaba furioso, la rabia le hervía en la sangre, sus venas estaban marcadas.
—¿Quién es ese hombre? —volvio a preguntar, apretando la mandíbula—. ¿Es el padre de tu hijo? ¿Regreso para enredarte para que regreses con el?
El corazón me dio un vuelco, tenía míedo de que me relacionara con la venganza hacia Isabel
—No tiene derecho a preguntar eso. No es asunto suyo, es mi vida privada.
Se inclinó hacia adelante, los ojos ardiendo de celos.
—Respóndeme, si no tienes nada que ocultar ¡Dímelo!
—Soy su enfermera, nada más. No le debo explicaciones y usted tampoco puede pedirme las —contesté, alzando la voz—. No soy suya, señor Mondragón.
Me giré para marcharme, pero en un movimiento brusco me sujetó del brazo y tiró de mí. Perdí el equilibrio y caí sobre sus piernas. El aire se me cortó al sentirlo tan cerca.
Nuestros ojos se encontraron. Ni uno ni otro se movió. Era como si el tiempo se hubiera detenido entre nosotros.
Su mano tembló apenas cuando me aca